martes, 22 de julio de 2014

"POR AQUÍ PASÓ, COMPADRE. HACIA AQUELLOS MONTES LEJOS": de Alberto Arvelo Torrealba

Alberto Arvelo Torrealba (Barinas, 1905 - Caracas, 1971) 



POR AQUÍ PASÓ



Por aquí pasó, compadre,
hacia aquellos montes lejos.
Por aquí vestida de humo
la brisa que cruzó ardiendo
fue silbo de tierra libre
entre su manta y sus sueños.
Mírele el rastro en la paja,
míreselo, compañero,
como las claras garúas
en el terronal reseco,
como en las mesas el pozo,
como en el caño el lucero,
como la garza en el junco,
como la tarde en los vuelos,
como el verde en el quemado,
como en el banco el incendio,
como el rejón en la carga,
como la gaza en el rejo,
como el cocuyo en el aire,
como la luna en el médano, como el potro en el Escudo
y el tricolor en el cielo.
Por aquí pasó, compadre,
hacia aquellos montes lejos.
Aquí va su estampa sola;
grave perfil aguileño,
arzón de cuero tostado,
tordillo de bravo pecho
De bandera va su capa,
su caballo de puntero,
baquiano, volando rumbos,
artista, labrando pueblos,
hombre, retoñando patrias,
picando glorias, tropero.
Oígale la voz perdida;
sobre el resol de los médanos,
la voz del grito más hondo
oígasela, compañero,
como el son de las guaruras
cuando pasan los arrieros,
como la brisa en la palma,
como el águila en el ceibo,
como el trueno en las lejuras, como el cuatro en el alero,
como el eco en las tonadas,
como el compás en el remo,
como el tiro en el asalto,
como el toro en el rodeo,
como el relincho en el alba,
como el casco en el estero,
como la pena en la canta,
como el gallo en el silencio,
como el grito del Catire
en las Queseras del Medio,
como la Patria en el Himno,
como el clarín en el Viento.
Por aquí pasó, compadre,
dolido, gallardo, eterno.
El sol de la tarde estira
su perfil sobre el desierto.



miércoles, 16 de julio de 2014

"VENIMOS DE LA NOCHE Y HACIA LA NOCHE VAMOS": el famoso poema de Vicente Gerbasi (audio)


Vicente Gerbasi (Canoabo, Carabobo, 1913 - Caracas, 1992)





MI PADRE EL INMIGRANTE

CANTO I


Venimos de la noche y hacia la noche vamos.             
Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores,
donde vive el almendro, el niño y el leopardo.             
Atrás quedan los días, con lagos, nieves, renos,
con volcanes adustos, con selvas hechizadas             
donde moran las sombras azules del espanto.
Atrás quedan las tumbas al pie de los cipreses,             
solos en la tristeza de lejanas estrellas.
Atrás quedan las glorias como antorchas que apagan             
ráfagas seculares.
Atrás quedan las puertas quejándose en el viento.             
Atrás queda la angustia con espejos celestes.
Atrás el tiempo queda como drama en el hombre:             
engendrador de vida, engendrador de muerte.
El tiempo que levanta y desgasta columnas,             
y murmura en las olas milenarias del mar.
Atrás queda la luz bañando las montañas,             
los parques de los niños y los blancos altares.
Pero también la noche con ciudades dolientes,             
la noche cotidiana, la que no es noche aún,
sino descanso breve que tiembla en las luciérnagas             
o pasa por las almas con golpes de agonía.
La noche que desciende de nuevo hacia la luz,             
despertando las flores en valles taciturnos,
refrescando el regazo del agua en las montañas,             
lanzando los caballos hacia azules riberas,
mientras la eternidad, entre luces de oro,             
avanza silenciosa por prados siderales. 





sábado, 12 de julio de 2014

¿QUÉ ES LA LITERATURA? PREFACIO: análisis de Jean-Paul Sartre sobre las artes y las causas políticas

 Jean-Paul Sartre (Francia, 1905-1980)



"¿Si quieres comprometerte -escribe un joven imbécil- por qué no te inscribes en el Partido Comunista?". Un gran escritor que se compromete con facilidad y se descompromete con mayor facilidad todavía, pero que lo ha olvidado, me dijo: "Los artistas con menos calidad son los más comprometidos: ahí tiene, pues, a los pintores soviéticos". Un viejo crítico se queja por lo bajo: "Usted quiere asesinar a la literatura; el desprecio por las bellas letras se extiende con insolencia por su revista". Un espíritu apocado me llama testarudo, lo que es para él la peor de las ofensas; un autor que se arrastró penosamente de una guerra a la otra y cuyo nombre despierta a veces recuerdos lánguidos de los ancianos, me reprocha no preocuparme por la inmortalidad: él ha conocido, a Dios gracias, mucha gente honrada que pone su mayor esperanza en alcanzarla. A la vista de un folletista americano, mi error está en no haber leído a Bergson, ni a Freud; en cuanto a Flaubert, que nunca se comprometió, parece que me persigue como un remordimiento. Los maliciosos guiñan el ojo: "¿Y la poesía? ¿Y la pintura? ¿Y la música?´¿También las quieres involucrar?". Y los espíritus atrevidos preguntan: "¿De qué se trata? ¿De la literatura comprometida? Ah pues, es el antiguo realismo socialista, o una renovación del populismo, más agresivo".
¡Cuántas tonterías! Es que uno lee a prisa, mal y juzga antes de haber comprendido. Entonces, recomencemos. Esto no es divertido, ni para usted, ni para mí. Pero hay que remachar el clavo. Y puesto que los críticos me condenan en nombre de la literatura, sin haber dicho nunca lo que entienden por ella, la mejor respuesta que puedo darles, es examinar el arte de la escritura sin prejuicios. ¿Qué es escribir? ¿Por qué se escribe? ¿Para quién? De hecho, parece que nadie se ha preguntado por esto todavía.






viernes, 11 de julio de 2014

EL AMOR LOCO - EL VISITANTE DEL MAR - LAS BELLAS CANCIONES ITALIANAS: de Víctor Valera Mora


Víctor Manuel Valera Mora (Valera, 1935 - Caracas, 1984)



EL AMOR LOCO


Uno ama a su novia Es decir yo amo a mi novia

Si el malentendido anda al acoso digo yo amo
                            bastantote a mi novia
Yo soy el giro que gira con sangre y carne y huesos
y plumas doradas alrededor del sol
                                                    de mi novia
Satélite que de mi novia soy yo y mi novia es bien bella
                                                     y bello es quererla
Así como la quiero de elegante y hermoso que soy
en séis días hago a mi novia y el séptimo no descanso
                                                 porque la sueño
y hablando como los cuerdos me veo
                                                         tan jilacho
y tan majincho que todo yo mismo me doy risa


______


EL VISITANTE DEL MAR

Cuando yo voy al mar,
cuando me acerco a su vigilia antigua
soy el más sonoro de todos los mortales.
Porque no voy al mar a coronarme
del asombro de las ardidas arenas bajo mi peso
ni a preguntar cuánto se sucede en los veleros
cuando junto a mi pecho ronda lo más duro del verano.

Desde el primer octubre de año 17
sé quién soy, a quién me debo,
y lo que pasa o pueda pasar
no es asunto de vientos ni gaviotas.

Yo sé la exactitud del bocado marino
y considero, de esta parte de acá de la playa
toda la tierra es nuestra:
en cada esquina, en cada calle
con nombre de héroe definido,
en cada libro abierto o cerrado bruscamente,
en el tintineo de tu garganta, amor mío,
está nuestro puesto de combate.

Cuando me hallares con un tiro en el pecho
dejadme en la caída,
sin entierro, sin flor de calle
para que el sol me reconozca,
para que el viento zarandee mi recuerdo
contra las paredes del olvido.
No me llaméis para decirme
que el color de siempre es causa de mi herida.

Llamadme
el día de las canciones colectivas,
de las banderas rojas enarboladas,
cuando pan y risas sean forma de gobierno
y Juan República Popular
sean nombres y apellidos del pueblo.

Estoy en lo justo, llamadme solamente.


_______


LAS BELLAS CANCIONES ITALIANAS

Las bellas canciones italianas
las botellas de vino del país más oceánico
la lluvia que no se le encuentra remedio
la manera de ser infiel
las infinitas formas de hacerse el amor
las calles como despojos de fotografías
la guerra animal que no cesa que no debe cesar
las palabras que nada significan que no dicen nada
el comienzo de las páginas
secretas de los libros que todos conocen
las lecciones del kama sutra que no me conmueven
esta mujer boca arriba desnuda en la estera
llamada adiós llamada vuelta de la esquina
que se irá que tiene que irse mañana
que discute las noches de julio con interrogaciones
que jamás se repetirá en otra vida
que en los espacios blancos de la revista Testimonio
dibuja margaritas y escribe AZANNI AZANNI AZANNI AZANNI
y también azul azul azul azul
a quien le digo ahora sé que no te gustan los gatos
esta mujer maniquea de corazón bestiario
a quien le digo lo sé todo no es cosa del otro mundo
esta mujer disparatada que se desata a hablar
diciéndome estoy en los días peligrosos
pero no puede ser que salga en estado no puede ser
según el tiempo daría a luz un simple géminis
y sólo quiero parir escorpiones
a quien le digo sonriendo poniéndome los pantalones
en tu vida hallarás un gato más perro que yo






[Foto original de Hernández D' Jesús, tomada del sitio web  http://encontrarte.aporrea.org/106/personaje/]



jueves, 10 de julio de 2014

TÉ DE MANZANILLA: un poema de Miyó Vestrini

Marie-Jose Fauvelles Ripert (Nimes, Francia, 1938 - Caracas, Venezuela, 1991)

 

TÉ DE MANZANILLA



Mi amigo,
el chino,
escribió una vez sobre cómo se sientan
y caminan
las mujeres después de hacer el amor.
No llegamos a discutir el punto
porque murió como un gafo,
víctima de un ataque cardíaco curado con té de manzanilla.
De haberlo hecho,
le hubiera dicho que lo único bueno de hacer el amor
son los hombres que eyaculan
sin rencores
sin temores.
Y después de haberlo hecho,
nadie tiene ganas
de sentarse
o de caminar.
Le puse su nombre a una vieja palmera africana
sembrada junto a la piscina de mi apartamento.
Cada vez que tomo un trago,
y lo saludo,
echa una terrible sacudida de hojas,
señal de que está enfurecido.
Me dijo una vez:
la vida de uno es una inmensa alegría
o una inmensa arrechera.
Soy fiel a los sueños de mi infancia.
Creo en lo que hago,
en lo que hacen mis amigos,
y en lo que hace toda la gente que se parece a uno.

A veces nos quedamos solos
hasta muy tarde,
hablando de los gusanos que lo acosan
y del terrible calor que le entra todos los días
en esa arena y resequedad.
No ha cambiado de parecer:
un hambriento,
un desposeído,
puede sentarse y hacer amistad con Mallarmé.
Lautréamont nos acompañó una noche
y le dio la razón al chino:
la poesía debe ser hecha por todos.
Y llegaron los otros:
Rubén Darío mandando en Nicaragua,
Omar Khayyam con sus festejos,
Paul Eluard uniendo parejas de amantes.
Entre todos,
sumergimos al chino en la piscina, bajo la luna llena,
y se puso contento
como cuando tenía un río,
unos pájaros,
un volantín.

Ahora está arrecho otra vez,
porque le llevan flores
mientras trata de espantar a las cucarachas.
Quería que lo enterraran en Helsinki,
bajo nieves eternas.
Le dio la vuelta al mundo,
pasando por Londres donde una mujer lo esperaba,
y a su regreso,
tomó té de manzanilla.
Él,
que amaba tanto las sombras,
ya no pudo trasnocharse.
Lúcido y muy hipócrita,
tenía un miedo terrible a morirse en la cama.
Sé,
porque me lo escribió en un papelito,
que la frase que más le gustaba era de David Cooper:
la cama es el laboratorio del sueño y del amor.






Foto tomada del sitio web http://panorama.com.ve/portal

sábado, 5 de julio de 2014

ESTOY AQUÍ - MUCHOS DÍAS VENDRÁN - LAS ORILLAS SE HAN APAGADO: tres cuadernos de destierro del poeta Rafael Cadenas

Rafael Cadenas (Barquisimento, 1930)




[ESTOY AQUÍ]


ESTOY aquí.
Muerto pero aún andando, desnudo, recreado en las hojas de fuego, devolviéndome hacia mi final, pactando con el asesinato, dado al tiempo sin armas, espíritu del vino, excelente en el sufrimiento, sin títulos como los resucitados, ojo de huracanes, devorador de sus pies, propenso a falsificar, hermanado con la muerte mimado, entre vocaciones terrestres, victimario y víctima dentro de un mismo silencio, avanzando y retrocediendo como dos ríos encontrados en los ojos, inexistente pero complaciendo la mitad de mi animal, caminando, hablando, sonriendo, callando, exhibiendo uno de mis rostros, mintiendo, muriendo por la verdad, con amigos, planificando una manera de vivir, fatalmente mórbido, inquiriendo del cuadrante solar soluciones a teoremas, abstraído como el que regresa de su última muerte, dado a confidencias estrictamente increíbles, rodeado de confesores que señalan con el índice un sitio bajo el sol, nada nuevo y sin embargo único, sutilmente irrigado por la respiración de mis ancestros, lastimosamente infértil, juzgado y absuelto en la mañana, juzgado y condenado a mediodía, juzgado y libertado en la tarde, juzgado y echado a un buitre en la noche, eximido de oficios difíciles, de mirada abolida, sólo como regresando de la guerra ileso, frotando mi cuerpo gozosamente contra otro cuerpo como un animal legítimo y sin embargo desoído, ganado para siempre por el drama fácilmente soluble pero sin otra salida que una tormenta, en imperfecta posesión de mis facultades, inseguro como una mujer, sin partida de nacimiento y ya previniendo mis desapariciones en antesala de desarraigo, no obstante dueño de deleitables disposiciones, oyéndome a cuatro silencios por minuto, cansado de andar conmigo, disponiendo mis sucesiones, nimbado por antiguas auroras, lleno de boscosos rumores, navíos que se van a pique, resplandores identificados, poderes de seducción, móviles confesos, alianzas, lúbrico, acostumbrado a las superficies, obsedido por el sexo, magnetizado por susurrantes sibilas, absorto en discusiones sobre el significado de las palabras, magnífico de conflictos, profiriendo maldiciones baldías, verdaderamente, pero verdaderamente agónico, probando siempre, mal actor, a velas tendidas traficanco con especies indefinidas, copiosamente volcado sobre otro cuerpo, en trabajos grises, en soledad de laureles delirantes, nada temeroso excepto de tus hilos región aún no exactamente nombrada, entre callados cardinales, alto sin alegría, no definitivo, triste pero intrasmisible, paseando cotidianamente mi fantasma, poblado de paisajes que agonizan de frío, sin saber a qué hora se va a secar el sueño, desconociendo las pautas del cuadro final, desposado con estatuas de bronce sembradas por el amor de los mares, platicando, saludando risueño como un ángel, nutrido por la savia más débil de las edades, suave en modos y a ratos insoportablemente circunstancial, amante de los días lluviosos y bajeles, mil veces maldito, a la sombra de años de variada fortuna, siempre como quien oye su muerte en una calle, engarzado un lunes, arrojado a la playa de regreso un sábado, diariamente durante la semana durmiendo y amaneciendo con frases sin sentido (aquel barco dorado, aquel gris regresando, yo quien ha degollado sus sirenas, verdugo impávido de mis sienes, ya no hay reposo y el fuego vencido) sin interés en mis alrededores, expuesto a venganza, colgado de garfios sucios como un ternero. 


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[MUCHOS DÍAS VENDRÁN]


MUCHOS días vendrán, ciertamente, el tedio será un buido mascarón de proa cubierto por el moho de los sueños, embestirá como un simún tus pectorales, se anillará a tus orejas igual a un ciempiés de cien blasfemias. Ya es bastante con que la voz se unifique bajo el imperio de la sirena. Rehúyase el lugar infrecuente. Désele el pecho al común. Abrácese con malicia el intermedio.

Bronces reacios, ¿a quién glorificaréis cuando la desgracia fine? Signado por el luto artera mano me desunce de la mañana y me deja solo frente al enorme búfalo de lo desconocido trepidando en el ovario de la última hora. La bullente colmena arrasadora de impulsos. Rememoro batallas con alabanza cruel, mis muertes torrenciales como anticipaciones, mis hallazgos accesorios en mares primarios, mis pérdidas entre corrientes. Agito una tela grísea, digo, donde agua cae y cae. En secreto, giro, adoptado por ululante marea, fuera de la espesura de las generaciones, óvulo en pánico abrazado a cierto ídolo, desorbitado paseante en todas extensiones extranjero. Tengo derecho a preguntar, dispensada sea la intrusión temeraria, quien me introdujo en esta guerra donde todos vencen excepto yo, excepto mi insistencia. Con todo, después de mi severa adhesión a regiones balsámicas , descontado el hilo que me condujo, debo dar gracias gárrulamente (con aditamento supletivos, flexiones, genuflexiones, mohínes). El desenterrado debe loar el hacha, tal un servidor dilecto. Está escrito que su obligación es la alabanza.

Calladamente me sustraigo, me recojo, me recato. Falta la omnívora llama de la afección, falta cierto acuerdo de sacrificar, falta que un minuto crezca dentro de ella. Si incendio mis hierbas anteriores todo podrá recomenzar...

Limpiaré el camino del infierno antes de servir el desayuno. Tenderé la hora inolvidable como una servilleta. Dispondré el descenso final a la tierra de nadie. Mi pobre ángel desnudo.  


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[LAS ORILLAS SE HAN APAGADO]


LAS orillas se han apagado. Ningún viento rueda. Todo es estable. Grandes movimientos de flujo y reflujo me trajeron, sobre cumbres de cordilleras submarinas, al lugar inhollado. Vulnerable paz.

He recorrido cerniéndome como una callada tormenta convulsos domicilios. Me ha circuido como una hoz la angustia. Ahora he regresado. Mi razón a vuelto a su sitio y a el se ajusta como a la almendra su máscara. Las inmensas posesiones han vuelto a su dueño. Estaban esparcidas.

¿Quién allega entonces la copa letal de mi boca?

Yo mismo. ¡Ah!. soy el torpe guardián de los ojos rotos.

El tiempo estremece mi cabalgadura.

Una mujer imaginaria ha traído zancos nuevos para mis pies.

Mi cuerpo se ha bañado con nuevas sustancias aromáticas.

He recuperado mi nombre.

Me ciñe un campo de centeno. Soy un vaso de vino, regocijado en manos de vida, la jocunda bebedora. Pero ¿tendré razones suficientes para sostener el cuchillo lejos de mí?, ¿seré el intérprete elegido?, ¿habré conquistado en rigor la tierra anunciada?, ¿no será otra para engaño de su robador?

¡Oh!, tú mi enemigo, dentro de mí, entrégame las llaves definitivas para abrir el más claro aire, las arcas transparentes.

Tu cuerpo es un borde ignoto en el maleficio.

No tendré paz si tú regresas, si no regresas.

Encanto mío, soy la casa abandonada de la colina.

Déjame como los restos del tiempo.

Ahora avanzaré a región de reparo.

Quiero estar solo como un enigma.

Para mí no son las aglomeraciones sino mi casa sin guarniciones inútiles, resplandeciente en la lengua de la boa de noche. Un cuarto, una lámpara, un vaso de licor, un lecho y libros. La eternidad sin azoro de incrustaciones. Ninguna agitación innecesaria. Tú y yo. Tú, quienquiera que seas y yo. Nadie más. No seré sometido a vaivenes ociosos. ¿Acompañarás mi pobreza? Ya asenté que me predijeron desolaciones, antes de mi nacimiento. No puedo predecir lo que vendrá. Enredado en los hilos como un personaje mal llevado por su autor, esperaré el advenimiento de mi libertad, sentado sobre un cofre de cartón, en el extremo menos iluminado de la escena. Me despido. Adiós. 




[del libro Los Cuadernos del Destierro, 1960]



miércoles, 2 de julio de 2014

DOLORES DE CABEZA: de Juan Calzadilla

Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco, 1931)



DOLORES DE CABEZA


Lo que la gente mejor conoce son sus problemas.
Los llevan consigo a todas partes, en sus bolsillos,
en sus cuadernos, en sus mentes, en sus maletines.
Saben describirlos tan bien que con ellos
ganan indulgencia para su retórica.
Los engordan como si se trataran de sus mascotas,
felices de esclavizarse a ellos
y hasta defienden el orden prioritario,
de mayor a menor, que los problemas ocupan
en la agenda de sus preocupaciones cotidianas.
Si se les preguntara por ellos, responderían,
frunciendo el ceño: -Okey, están bien, gracias a Dios.
¿Y qué hay de los tuyos?

Por la noche cuando regresan a sus casas
y se van a la cama, cansados
de verlos orbitar alrededor de sus mentes
se despiden de sus problemas.
Sería el colmo que también se acostaran con ellos.
Aunque haya quienes piensan lo contrario.