miércoles, 18 de julio de 2012

JESÚS ENRIQUE GUÉDEZ: un cuento





  Esta es una sección muy especial para mí, va dedicada a mi abuelo, una persona extraodinaria que se hizo inolvidable en quienes le conocieron, sobre todo en su sabiduría, en su cálido afecto y en su buen humor. Disfruten mucho del cuento publicado líneas abajo.

 Jesús Enrique Guédez nació en Puerto de Nutrias (estado federal Barinas) el 8 de septiembre de 1930. Periodista, escritor y director de cine. Autor de los poemarios Las naves, Sacramentales, Sextantes, Poemas crudos, entre otros, y del libro de cuentos Puerteños. En su obra cinematográfica destacan los documentales La ciudad que nos ve, La Universidad vota en contra, Pueblo de lata y el film de ficción El Iluminado. Obtuvo en el campo de la literatura el "Premio Universidades Nacionales" mención poesía, en 1959. En su carrera como realizador el Premio Nacional de Cine en 1994 y un homenaje póstumo en el II Festival Latinoamericano de Cortometrajes 2007. Falleció en el municipio Chacao de Caracas (Distrito Capital) el 29 de junio de 2007.

                                    CÓMO SE VENDE UN BURRO

 Aquel día mi padre amaneció más viejo que nunca y se le habían acabado las ganas de cargar leña en su burro. Me levantó de madrugada, bañamos al burro, le limpié los ojos con mi camisa y le di el último haz de paja tierna. Cuando comenzó a amanecer salimos a la calle. En el fondo me recocijaba ver a mi padre optimista en aquel negocio que él mismo emprendía, después de tanto tiempo de leñador; creo que nació predestinado para ese oficio. Cuando saludaba a todos decía que iba a vender su burro. Ahora comprendo por qué sus amigos contestaban extrañados extendiéndose en consideraciones sobre la utilidad de los animales; su docilidad, que son fieles, que sin ellos no existiríamos sobre la tierra. Qué sería la vida sin los bueyes que tiran el arado, sin los cerdos que engordan pacientemente para darnos la grasa y sin los burros, por supuesto, que soportan la carga y además los azotes que liberan nuestros arrebatos de furia; por eso una vida sin animales es inconcebible.
  Mi padre los oía sin turbarse ante tales presagios acariciando la crin del asno. Respondía que en su caso no podía hacer otra cosa, pues ya no tenía fuerzas para tumbar árboles y como éramos dos y yo ya estaba en la edad de salir al mundo qué más sino vender el animal para que yo hiciera mi viaje. Así se nos iba el día entre discurso que más que alejar acercaba a mi padre a su propósito.
 A mediodía pasamos frente a la casa del carpintero. Nos invitó a comer junto a un forastero de paso que estaba esperando dos urnas de encargo a la medida, una para su mujer que había muerto ayer y otra para él mismo que ya sentía temblores en las piernas. Mi padre aprovechó para entrar en trato con el forastero, halagándolo de que con el animal llevaría mejor y más rápido las urnas. Pero el forastero examinó la dentadura del burro y dijo que era muy viejo, además, cuando los burros pierden los dientes se vuelven perezosos y no hacen más que rebuznar fuera de hora. El forastero lo sabía bien porque en su juventud había sido arriero.
 Mi padre no le hizo caso al forastero y continuamos nuestro negocio. Al atardecer nos encontramos bien lejos del pueblo. Me sentía cansado y noté que mi padre cubierto de sudor y de polvo tenía menos ganas de caminar. Y el burro, que no podía dar un paso más, cuando nos vio en aquel estado deplorable agachó las orejas como si estuviera bajo la lluvia: escondió el rabo entre las piernas y de verdad le vi lágrimas en los ojos.
  Mi padre desató el cabestro y palmeó las ancas del burro como si despidiera a un viejo amigo. Vi cómo le levantaba una oreja para decirle en secreto que nos dejara, pero el animal no obedecía sumido en su tristeza. Entonces mi padre tiró el lazo del cabestro al pescuezo del animal que se sacudió sorpresivamente alegre, me pidió que subiera a los lomos del bello asno diciendo que alguien estaría esperándonos en casa. El burro parecía contentarse más con mi peso, pues vi cómo levantó la cabeza y trotó por vez primera en ese día.

                                                                 Julio de 1968 

2 comentarios:

  1. quisiera leer mas cuentos como ese me encanto soy de Pto de Nutrias

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    1. Saludos paisano, si quieres leer otros cuentos como este te invito a acercarte a la Librería del Sur del Museo de los Llanos en Barinas y busques el libro "Puerteños" del mismo autor, lo consigues a precio bien barato. Sino estas por Barinas puedes adquirirlo en cualquier otra sucursal de Librerías del Sur, están en todos los estados del país. UN ABRAZO.

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